miércoles, 25 de marzo de 2020

Plumas con-tra-acero


I

No queda otra que batirse en duelo.
La mirada fija y los pies sueltos.
- Dijo el aspirante a mosquetero,
con la faz blanca y lo cabellos tersos. -

¿Preparado truhan,
o aceptas la derrota antes que al acero?
- Preguntó sin miedo,
el aspirante a mosquetero. -

- Responde entonces el rapsoda,
sabiendo que su arma y protectora,
es la voz y no una hoja con su virola. -
Tres días pido, no más.

Concedido.
Los deseos últimos se respetan,
aunque sea un infame bandido.
- Dijo el mosquetero mientras se retiraba. -

II
- En una loma,
no tan lejana.
Bajo una sabina,
recostábase el rapsoda. -

Quién me dijera a mí,
que aquella mujer del mercado,
era la esposa del mosquetero envalentonado
y no la de un granjero senil.

Pero ella se veía entregada.
Más no por mi busto.
Eran mis versos,
lo que la enamoraban.

- Entonces, una idea al rapsoda le vino,
y se abalanzó con brío a bajar la loma,
hasta llegar al mercado,
donde todo comenzó. -

III
- Tres días habían pasado,
en el mismo lugar ellos se encontraron.
El mosquetero ágil con su espada afilada.
Y el rapsoda una sonrisa desenfundada. -

Muy alegre os veo,
- Dijo el mosquetero. -
para lucir ese semblante vuestro.
Más, espada no veo que me hiera.

Ágiles son vuestros ojos,
más ágiles son mis palabras.
Pues con ellas un rayo he clavado,
donde vuestra espada no perfora.

¿Qué lugar es ese?
- El aspirante a mosquetero pregunta. -
El corazón de vuestra amada.
- El rapsoda responde. -

IV
Escuchad mis palabras,
antes que con furia sin razón gritar.
Pues una alegría por otra,
quiero regatear.

Me dijeron en el mercado,
el amor solíais labrar.
Más el amor se ha perdido,
con la llamada militar.

Unos versos he escrito,
a vuestra esposa tenéis que dar.
Mis palabras sabrán avivar,
lo que vuestra espada intentó ahogar.

Firmad con vuestro nombre, así ha de ser.
- Entonces, el amado dijo. -
¿Con qué menester?
- A lo que el rapsoda respondió. -
Para que crea que sois vos, ¡pardiez!

V
- La idea había funcionado,
la esposa volvió a amar a su amado.
El amado se dejó llamar por los versos.
Ahora escribe leyendas y cuentos. -

- Mientras que el rapsoda, en la sabina
medita, bebe y a doncellas cautiva.
Pero a la semana siguiente,
partió sin rumbo aparente. -

- Y se fue caminando,
habiendo solventado los dolores de una amada.
Y ya el sabio lo dijo:
"La pluma es más poderosa que la espada”. -


Nota del autor: esta historia coge a modo de inspiración la obra de Edmond Rostand, titulada Cyrano de Bergerac.
Ilustración: Joaquín Agrasot, Mosqueteros sentados fuera de una cantina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario