miércoles, 19 de febrero de 2020

De la guirnalda: los borrachos; y de los amores: la arena


I
Muchas noches han pasado,
Desde aquellos días tan Tintoretos.
Donde yo y mis amigos con estrambóticos deseos,
Partíamos en busca de libertinaje y desenfreno.
Dormíamos en la barra del bar.
Hasta que la aciaga escoba,
De nuestros sueños,
Nosotros,
Sumidos en el profundo trance,
De drogas irrecordables,
Como ratas,
Nos quiso echar.
Odié la escoba mil veces,
Y extrañé la saliva,
Absorbida,
Por la madera y el barniz.
Y desde este palco,
Tarima,
Si gustan en decir,
Una de esas historias de borracho
Les quiero compartir.

II
Lugar de culto
Es la posada de don Rivero.
Lugar vetado
A ingenuos y aduladores.
Solo grato para genios
Doctos vividores.
¡Qué corra el néctar!
-Le dicen a don Rivero-
Y él tiende a rellenar el mandato.
Cumpliendo copas,
Y gastando los barriles huraños.
Putas de todos los rincones,
Saludan desde los balcones,
De la posada de don Rivero,
A los paseantes,
Monjes,
Y señores con dinero.
Más ellas,
Doctoras de las artes del cuerpo,
Tienden a recitar poesía,
Desde Horacio
A Quevedo.
En la noche parda,
Ya asoma el día.
Los poetas,
Bañan en sangría,
Sus plumas en el tintero.
Esperando,
Que los dioses del pasado,
Y las musas de los balcones,
De la posada de don Rivero,
Hagan nutrirse
Sus manos y cerebros,
De los poemas más diestros
Y de los ensayos más bellos.

III
Pues en esa noche parda,
De esas en las que yo vivía,
Conocí ese sabor,
Que aparece una vez en la vida.
Una mujer inefable,
Que,
con tanto esmero,
Intentaré describir:
Dedos tiene
De patas de araña.
Tiene pecas en los codos,
En los dedos,
En la nariz,
En el cuello,
Hasta en las entrañas.
Bella es para mí,
Toda su estructura,
Y la matemática de su cuerpo
Posee sumas,
Y compases sin agujas.
No tiene fisuras.

IV
Y cuando ella que,
Me busca y me viene,
Con paso lento,
Y ademán de osadía
Pensaría que algún día,
Yo fuera más feliz.
Pero ella galana se equivoca,
Y con hojas de parra en su boca,
Y un violín,
Estas palabras dije,
Y con esto a mi historia pongo fin:
Empecé,
A sentirme parte de ti,
Cuando ahogaste tus penas,
En aquella copa de vino.
Desde aquel instante,
Estuvimos,
Embriagados durante varios meses.
Tú me bebías,
Y yo me dejaba beber.
Pues,
Yo con el vino,
Mal no hago a nadie,
Sino a mí.
Y me quedé dormido,
Ahí,
Donde los sueños habitan:
Bajo la madera y el barniz.


Ilustración: Vettriano Prints, "Fetish"

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