miércoles, 22 de mayo de 2019

La Sonda del Paraíso


Son las 4:48 de la mañana, voy a la cocina y me tomo un paracetamol. Me duele la cabeza. Es comprensible, llevo todo el día viendo películas de Jack Lemmon, y he reído como un bellaco y ha habido momentos en los que he querido llorar, pero no he derramado ni una sola lágrima.
Me he fumado ya la mitad de la cajetilla de cigarrillos, pero antes que esta, hubo otra, así que en total serían una cajetilla y media. Si una cajetilla me cuesta 2,55 euros y me he fumado la mitad de la otra…No me interesan los números, ni mucho menos los cigarrillos que me he fumado hoy. He tenido que vaciar varios ceniceros o arrinconar las colillas y las cerillas usadas en uno de los bordes del cacharro.
También me duele la mandíbula por el lado derecho, hago movimientos con la boca para destensarla, pero no hay manera, la molestia sigue ahí. Que alivio me da cuando consigo hacer que cruja, es el sonido que esperas que tu cuerpo haga cuando haces unos estiramientos por la mañana nada más levantarte. Pero son ya las 5:05 de la mañana así que, según mis cálculos será el sonido que haga a las 12:00 del mediodía.
Es increíble, quiero irme a dormir y sé que tengo sueño, pero quiero seguir escribiendo e ir al váter a tirarme un cuesco, y cando esté en la taza pensando que voy a echar un mojón diré: “¡Ui!, falsa alarma amigos, solo era una tubería que se había agujereado”. Seguramente se deberá al colon irritado que padezco, eso es lo que siempre me dice el doctor cuando voy a urgencias. Parece ser que es el rey de los problemas gástricos. Digo el colon irritado, no el doctor. Este seguramente será el que toca la corneta cuando su amo golpea el suelo repetidas veces con su cetro. Siempre me he preguntado por qué los monarcas usan unos cetros tan decorados. Con diamantes, esmeraldas, rubíes traídos de la India y lo que es el bastón, recubierto de oro. Hay cosas más bonitas y de mayor fácil alcance sobre la tierra que bajo tierra.  Por ejemplo, unas flores, un cuenco o unas maracas. Es verdad que las flores se pudren y que al cuenco le pueden atacar unas termitas. En todo caso habrá que cambiarlo, pero entonces ¿por qué los reyes no cambian su cetro? Si pueden, cada dos por tres cambian de corcel o de esposa. No es por faltar el respeto a la reina, que no ha hecho nada en toda su vida. Pero ¿por qué el cetro no? Les habrá dado por el materialismo. Y dicen que no es una enfermedad. En todas las imágenes que he visto de reyes en mi vida, siempre usan un cetro, desde Ricardo Corazón de León hasta la Reina Isabel II y les separan casi nueve siglos.
Yo creo que es un problema hereditario, si, es más creo que por esa razón se pone tanta atención a los partos reales. Claro, ya dentro del feto viene el niño o la niña, el cordón umbilical y el cetro. Normal que el pueblo se interese. Si la pobre reina tiene que aguantar tremendo palo sin fundamento que no hace nada más que nada, imagínate parir a un bebe que viene con sorpresa. Y el caso de María Luisa de Parma, que parió a gemelos. Cada uno con su cetro en la mano y estos pensaban que eran sonajeros. Es más, se dice que llegó a dar a luz a un total de catorce hijos, sin contar los gemelos, que ya serían dieciséis. Pobre mujer. Normal que en el cuadro “La familia de Carlos IV” de Goya saliera con tan mala cara. Aunque, a decir verdad, parece que todos los miembros de la familia real que aparecen en el cuadro, exceptuando a Goya, han parido a una treintena de bastardillos, incluyendo a Carlos, que el pobre parece que nunca más desearía ver un cuerpo desnudo. Solo con pensarlo iría corriendo a la cocina y se zamparía cuatro cochinillos asados, y al acabar, como símbolo de autosuperación se añadía otra medalla o banda a su chaquetón.
Bueno, después de haber escrito semejante trapisonda, empiezo a pensar que el paracetamol, Jack Lemmon y la caja y media de cigarrillos que me he tomado le han sentado mal a mi pobre y cansado cerebro. Creo que me voy a dormir y ya no divagaré más. 5:45 de la mañana.

1 comentario:

  1. Es tan tosco y tan cálido cómo suelo recordar, tal vez los cigarrillos sean la clave. Espero que ese gran prosista siga bien cómo me gusta recordarlo en mi mente, de seguro no es el final lo que hemos visto.
    Atte: Sencillamente yo

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