Son las 4:48 de la mañana, voy a
la cocina y me tomo un paracetamol. Me duele la cabeza. Es comprensible, llevo
todo el día viendo películas de Jack Lemmon, y he reído como un bellaco y ha
habido momentos en los que he querido llorar, pero no he derramado ni una sola
lágrima.
Me he fumado ya la mitad de la
cajetilla de cigarrillos, pero antes que esta, hubo otra, así que en total
serían una cajetilla y media. Si una cajetilla me cuesta 2,55 euros y me he
fumado la mitad de la otra…No me interesan los números, ni mucho menos los
cigarrillos que me he fumado hoy. He tenido que vaciar varios ceniceros o
arrinconar las colillas y las cerillas usadas en uno de los bordes del
cacharro.
También me duele la mandíbula por
el lado derecho, hago movimientos con la boca para destensarla, pero no hay
manera, la molestia sigue ahí. Que alivio me da cuando consigo hacer que cruja,
es el sonido que esperas que tu cuerpo haga cuando haces unos estiramientos por
la mañana nada más levantarte. Pero son ya las 5:05 de la mañana así que, según
mis cálculos será el sonido que haga a las 12:00 del mediodía.
Es increíble, quiero irme a
dormir y sé que tengo sueño, pero quiero seguir escribiendo e ir al váter a
tirarme un cuesco, y cando esté en la taza pensando que voy a echar un mojón
diré: “¡Ui!, falsa alarma amigos, solo era una tubería que se había
agujereado”. Seguramente se deberá al colon irritado que padezco, eso es lo que
siempre me dice el doctor cuando voy a urgencias. Parece ser que es el rey de
los problemas gástricos. Digo el colon irritado, no el doctor. Este seguramente
será el que toca la corneta cuando su amo golpea el suelo repetidas veces con
su cetro. Siempre me he preguntado por qué los monarcas usan unos cetros tan
decorados. Con diamantes, esmeraldas, rubíes traídos de la India y lo que es el
bastón, recubierto de oro. Hay cosas más bonitas y de mayor fácil alcance sobre
la tierra que bajo tierra. Por ejemplo,
unas flores, un cuenco o unas maracas. Es verdad que las flores se pudren y que
al cuenco le pueden atacar unas termitas. En todo caso habrá que cambiarlo,
pero entonces ¿por qué los reyes no cambian su cetro? Si pueden, cada dos por
tres cambian de corcel o de esposa. No es por faltar el respeto a la reina, que
no ha hecho nada en toda su vida. Pero ¿por qué el cetro no? Les habrá dado por
el materialismo. Y dicen que no es una enfermedad. En todas las imágenes que he
visto de reyes en mi vida, siempre usan un cetro, desde Ricardo Corazón de León
hasta la Reina Isabel II y les separan casi nueve siglos.
Yo creo que es un problema
hereditario, si, es más creo que por esa razón se pone tanta atención a los
partos reales. Claro, ya dentro del feto viene el niño o la niña, el cordón
umbilical y el cetro. Normal que el pueblo se interese. Si la pobre reina tiene
que aguantar tremendo palo sin fundamento que no hace nada más que nada,
imagínate parir a un bebe que viene con sorpresa. Y el caso de María Luisa de
Parma, que parió a gemelos. Cada uno con su cetro en la mano y estos pensaban
que eran sonajeros. Es más, se dice que llegó a dar a luz a un total de catorce
hijos, sin contar los gemelos, que ya serían dieciséis. Pobre mujer. Normal que
en el cuadro “La familia de Carlos IV” de Goya saliera con tan mala cara.
Aunque, a decir verdad, parece que todos los miembros de la familia real que
aparecen en el cuadro, exceptuando a Goya, han parido a una treintena de
bastardillos, incluyendo a Carlos, que el pobre parece que nunca más desearía
ver un cuerpo desnudo. Solo con pensarlo iría corriendo a la cocina y se
zamparía cuatro cochinillos asados, y al acabar, como símbolo de autosuperación
se añadía otra medalla o banda a su chaquetón.
Bueno, después de haber escrito
semejante trapisonda, empiezo a pensar que el paracetamol, Jack Lemmon y la
caja y media de cigarrillos que me he tomado le han sentado mal a mi pobre y
cansado cerebro. Creo que me voy a dormir y ya no divagaré más. 5:45 de la
mañana.
Es tan tosco y tan cálido cómo suelo recordar, tal vez los cigarrillos sean la clave. Espero que ese gran prosista siga bien cómo me gusta recordarlo en mi mente, de seguro no es el final lo que hemos visto.
ResponderEliminarAtte: Sencillamente yo